sábado, 31 de marzo de 2007

Los desaparecidos del Manuel Belgrano

"Nunca más será delito llamar delator a quien lo fue"
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I. A. Moreno Unanua
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Sonia Torres salió del edificio Tribunales I de Córdoba (Argentina) un caluroso día de Agosto de 2002. Acababa de ser absuelta del delito de calumnias e injuria hacia Tránsito Rigatuso. Sonia Torres es una de las “locas” de la Plaza de Mayo. Tránsito Rigatuso era, en 1976, director de la Escuela de Comercio Manuel Belgrano, donde estudiaba la hija de Sonia, Silvina Parodi. Ese año, desaparecieron 11 estudiantes de esa escuela, entre ellos la hija de Sonia Torres, que tenia 20 años y estaba embarazada de siete meses. De los 11, solamente uno, Claudio Roman, apareció muerto. El resto continúan desaparecidos. Las investigaciones actuales apuntan a que fueron enterrados, en una fosa común, en el cementerio de San Vicente, de la ciudad argentina de Córdoba, después de haber sido torturados en el centro de concentración La Perla, el segundo más grande del país.

En ese mismo campo de concentración es donde se cree, según numerosos testimonios, que nació el hijo de Silvina. Ese niño, posiblemente, será uno de los muchos que fueron arrancados de los torturados brazos de sus madres, para ir a parar a manos de alguna familia bien pudiente, miembro de ese influyente sector social, que siempre ha esperado que con mano ajena se defiendan sus privilegios.

Transito Rigatuso perdió ese juicio, y a partir de entonces nunca más fue delito llamar delator a ese siniestro personaje. Rigatuso fue director de la Escuela de Comercio Manuel Belgrano entre 1974 y 1976. En esos años, en los que gobernaba “isabelita” Perón, Rigatuso paso listas a los militares, con los nombres de los alumnos que se movilizaban, que eran miembro del consejo estudiantil, o que simplemente tenían una manifiesta militancia política. El 24 de marzo del 76, los militares argentinos dieron un golpe de estado, como casi siempre de la mano de Washington. Dos días después, la tarde del 26 de marzo, Silvina Parodi y su marido Daniel Orozco, fueron secuestrados. Los dos habían ingresado en la escuela de comercio dos años antes. Nunca más se supo de ellos.

La lista que sigue a continuación es un duro monumento a la injusticia. A esa insoportable injusticia que es el asesinato político, más aún cuando viene de manos del poder, que es quien supuestamente vela por los intereses de los ciudadanos, aunque muchas veces se convierta en el "perro guardián" de la minoría más privilegiada.

Claudio Román, con 16 años, era delegado de quinto año del Belgrano. Fue el unico, de todos los desaparecidos, que apareció muerto. El 27 de julio lo habían secuestrado en su casa. "Fue fusilado y su cadáver, acribillado y quemado con cigarrillos, fue entregado a los padres, que finalmente se fueron del país", recordó el abogado Claudio Orosz, ex alumno, cuando testificó en el juicio. Gustavo Torres, había dejado de ir a la escuela en 1976, por consejo de sus padres. Con 16 años, militaba en la Juventud Guevarista, fue sacado de su casa el 12 de mayo, cuando lo vieron por última vez. Jorge Nadra militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios de el Centro de Estudiantes del Belgrano. No dejó su pasión política cuando ingresó a la Facultad de Medicina. En la madrugada del 3 de julio unas "sombras verdes" se lo llevaron de su casa. Pablo Schmucler desapareció en enero de 1977, su familia nunca más supo de él. Oscar Liñeira había comenzado sus estudios de ingeniería electrónica después de dejar el Belgrano, en 1975, con uno de los mejores promedios. Desde su lugar de trabajo fue llevado por paramilitares el 8 de julio de 1976. Raúl Castellanos era estudiante de Ciencias Económicas cuando fue secuestrado, en plena calle, en julio de 1976. Fue visto en La Perla por supervivientes, pero ahí se pierde su pista. Fernando Avila había sido dirigente estudiantil en el Belgrano. Desde el golpe, la casa de sus padres en Córdoba sufrió dos allanamientos de los que se salvó. Se mudaron a Buenos Aires y el 24 de febrero de 1978 salió de su casa, a las cinco de la tarde, y nunca más volvió. Walter Magallanes fue secuestrado en la calle en diciembre del 76, y llevado al campo La Perla. Graciela Vitale y Daniel Bachetti se conocieron en el Belgrano y se casaron. Al poco tiempo se mudaron a Buenos Aires y en enero del 1977 vieron nacer a su hija Patricia. El 13 de mayo fueron secuestrados en su casa.

Todos ellos fueron asesinados y sus cuerpos, salvo el de Claudio Román, hechos desaparecer. Algo más de 30 años después, es ahora cuando las exhumaciones de los restos encontrados en cementerio de San Vicente, en la ciudad de Córdoba, comienzan a arrojar luz sobre esta historia de delatores y delatados, de torturadores y torturados, de asesinos y asesinados. Todos ellos simples estudiantes. Jóvenes en busca de un futuro mejor, no solo para ellos sino también para sus conciudadanos. Ese fue su pecado, él que los convirtió en peligrosos "subversivos". Dignos de merecer el peor de las castigos: la tortura y la desaparición. Para que nadie pudiese tener un lugar en el que llorarles. Para que nadie los recordara. Salvo esas "locas", madres y abuelas, que un día decidieron empezar a dar vueltas a una plaza una vez por semana, y finalmente consiguieron dar la vuelta a muchas conciencias incrédulas y acomodadas.